jueves, 10 de septiembre de 2009

Corona Dolorosa: Tercer Dolor

Tercer Dolor: La pérdida del Niño Jesús

Es significativo que el evangelista Lucas, al relatar el acontecimiento en que se desarrolla el tercer dolor de María, use por tres veces el verbo buscar y, una de ellas, matizado además con el sentimiento de angustia. La búsqueda afanada –cariñosa y preocupada a un tiempo– de quien anda por la vida perdido de orientación o necesitado de afecto y comprensión, se convierte así en la actitud más relevante de este pasaje bíblico.

Buscar con afán al descarriado constituye, primordialmente, una llamada a vivir en constante tensión por encontrar, cada día más y mejor, en el amor, el verdadero tesoro escondido que da sentido pleno y gozoso a nuestra existencia.

Sólo desde la experiencia de haberse encontrado a sí mismo y haber descubierto el gozo del propio ser y existir, puede la persona concreta ponerse en camino hacia el otro.

Junto a ese viaje hacia el interior del propio ser, la actitud de María, en este su tercer dolor, constituye también una llamada a convertirnos en buscadores del Absoluto. Sabemos que sólo desde Dios –que nos hizo a imagen y semejanza suya por el amor– descubre el hombre, por el amor mismo, su plena identidad humana. No obstante ello, Dios es, a menudo, el gran marginado de nuestra vida diaria y recurrimos a Él, cual talismán, cuando las cosas no nos van bien.

María, recorriendo con angustia todos los rincones de la vieja Jerusalén, nos estimula a convertirnos además en buscadores infatigables de los demás hombres y, particularmente, de quienes más necesitan encontrarse y ser encontrados.