Cuarto Dolor: María encuentra a Jesús cargado con la cruz
En el cuarto dolor, la gran lección que María nos da es la necesidad de salir al encuentro de quien viene por el camino viviendo su viacrucis y cargado con la cruz del desafecto, de la incomprensión, del desamparo, de la enfermedad, de la persecución...
La actitud de María, que se hace la encontradiza con su Hijo cargado con la cruz, nos recuerda, en medio de una cultura que tiende a favorecer más la individualidad y el aislacionismo, que los momentos de verdadero encuentro personal, hacerse el encontradizo con el otro puede constituir un valor que nos impulse a desarrollar y madurar de manera particular la dimensión comunitaria y social que tiene necesariamente el amor.
En ese último sentido, hacerse el encontradizo con el otro podría implicar, por ejemplo, el convertirnos en profetas de la palabra hablada y del diálogo. Resulta paradójico que en medio del gran protagonismo alcanzado por los medios de comunicación, el hombre actual esté perdiendo de alguna manera su capacidad para ser agente, y hasta artista de la palabra, como vehículo de trasmisión de los más profundos sentimientos. Se presta, por ejemplo, gran atención a los medios de comunicación hablados, pero se tiende a expresar poco. Y en un ambiente tal, no es infrecuente encontrar, incluso familias, en las que sus miembros han perdido casi totalmente la capacidad de encuentro y viven, en medio de la cercanía física con los otros, un profundo sentimiento de solitaria soledad.
En el cuarto dolor, la gran lección que María nos da es la necesidad de salir al encuentro de quien viene por el camino viviendo su viacrucis y cargado con la cruz del desafecto, de la incomprensión, del desamparo, de la enfermedad, de la persecución...
La actitud de María, que se hace la encontradiza con su Hijo cargado con la cruz, nos recuerda, en medio de una cultura que tiende a favorecer más la individualidad y el aislacionismo, que los momentos de verdadero encuentro personal, hacerse el encontradizo con el otro puede constituir un valor que nos impulse a desarrollar y madurar de manera particular la dimensión comunitaria y social que tiene necesariamente el amor.
En ese último sentido, hacerse el encontradizo con el otro podría implicar, por ejemplo, el convertirnos en profetas de la palabra hablada y del diálogo. Resulta paradójico que en medio del gran protagonismo alcanzado por los medios de comunicación, el hombre actual esté perdiendo de alguna manera su capacidad para ser agente, y hasta artista de la palabra, como vehículo de trasmisión de los más profundos sentimientos. Se presta, por ejemplo, gran atención a los medios de comunicación hablados, pero se tiende a expresar poco. Y en un ambiente tal, no es infrecuente encontrar, incluso familias, en las que sus miembros han perdido casi totalmente la capacidad de encuentro y viven, en medio de la cercanía física con los otros, un profundo sentimiento de solitaria soledad.