sábado, 29 de septiembre de 2012

Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí

Jesús de la Caridad sabe lo profundo de esta metáfora que ahora os planteo. Me paro a reflexionar en la epístola de San Pablo a los Gálatas donde dice “Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí”. “Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí”. Ya sabía yo que tú no querrías perderte este Cincuentenario.

¡Cuántas veces te hiciste Cristo entre nosotros, explicándonos las escrituras y partiendo para nosotros el pan! ¡Cuántas veces por medio de Cristo te hiciste cercano a nosotros, te fumaste un cigarro a la salida de la misa y nos deseaste feliz año y feliz navidad aunque fuera domingo de Corpus! Ya no eres tú quien vive, Padre Victor, es Cristo quien vive en ti. Y en esta tarde de celebración, quiero tener un recuerdo para ti, antes de volver a la celebración que ha de ocuparnos todo este mes.

Un septiembre que el año pasado fue también alegre, en el que tú quisiste marcharte sin hacer ruido, cuando había terminado todo, cuando acababan de descolgarse las banderas de la torre. Te fuiste, Padre Victor, como se van los vencejos de repente a la entrada del Calvario, y ya no hay canto ni su gorjear pesante, sólo tristeza de Viernes Santo. Te fuiste un día de San Miguel, y la Virgen de los Dolores, un año de menos pero igual de bella que hoy, bajó a despedirte, a velar tu último sueño completamente vestida con el luto de tu ausencia.

Hoy no estás, pero estás, porque vives en Cristo. Vives en la Eucaristía y vives en la mirada del Cristo de la Caridad, a quien pido misericordia para tu larga vida de entrega absoluta en sus manos. Si es Cristo quien vive en ti, y Cristo ha resucitado, tú también has vuelto a la vida con Cristo y vives ya la pascua eterna y la aurora sin ocaso en el país de la vida donde nunca se pone el sol.

Estas vivo, padre Victor, en las manos de nuestro Cristo, de nuestro Nazareno cargando con la cruz de las culpas, escuchando nuestras faltas y errores, como lo escuchabas tú en confesión siempre que te lo pedía algún feligrés de San José. Estás vivo…

Estas vivo, porque estás,
deshaciendo las tinieblas,
estás vivo en la parroquia,
que te añora y te recuerda,
desde aquel noventa y cinco
cuando cruzaste su puerta.

Estás vivo en nuestra mente,
tus enfados, tus respuestas,
tus manos de hombre de campo,
tus prisas, tus tres agendas,
tu simpatía asombrosa,
y esa actitud predispuesta,
que hizo de nuestra Parroquia
piedra viva de la Iglesia.

El barrio se acostumbró
a tu estilo y tu manera,
y las misas de domingo
las misas de doce y media,
comenzaron a llenarse
comenzaron a dar muestra,
de la gracia del Espíritu
que en su fuego nos renueva.

Tú estás vivo, porque sigue
rutilante aún tu estela,
que lleva escrito en el centro
“Caridad” como la estrella
que San Francisco de Paula,
sobre su pecho nos muestra.

Tú estás vivo, yo te encuentro
vivo, y no mueres, te quedas,
en los ojos de mi Cristo,
Jesús con la cruz a cuestas,
que se llama Caridad,
porque tú dijiste a ciegas:
“Si se llama Caridad,
será el vínculo y la cuerda
que una a la Orden Mínima
con esta familia Obrera”.

Jesús de la Caridad
nos anima y nos recuerda
que en el quebranto más grande
Dios nos sostiene y alienta.
Jesús de la Caridad,
hundido bajo sus penas,
igual que tú, Padre Víctor,
que superaste la prueba
de una grave enfermedad,
y volviste a darnos cuenta
que Dios libra de su angustia
al que confía en su grandeza.

Jesús de la Caridad,
caminante por la senda,
igual que tú recorriste,
toda España bajo el lema
del amor a San Francisco
de Paula y a su manera
de llevar el Evangelio
en su cuaresma perpetua.

Jesús de la Caridad,
curando vidas enfermas,
igual que tú rescatabas
de la fosa al que supieras,
que estaba hundido en el lodo
de su infeliz existencia.

Jesús de la Caridad,
donde siempre nos espera,
ahí donde tú aguardabas
a que la gente saliera,
para apagar estas luces,
despedir a la asamblea,
y regresar al convento
con sonrisas por respuesta.

Jesús de la Caridad,
lo afirmo y tú no lo niegas,
Padre Víctor está vivo
en tu silente presencia.
Padre Víctor está viendo
como el barrio está de fiesta,
celebrando el medio siglo
de la Virgen, de la jefa,
a quien cantaba la Salve,
cuando llegaba de vuelta,
la procesión o el rosario,
desde este ambón que te anhela.

Con los ojos de su Cristo
Nazareno se contenta,
de ver que sigue tan vivo
como él la dejó, y renueva
en este cincuentenario
la parroquia su promesa,
de ser casa de la Fe
para el año que comienza.

Ahora lleva el Padre Abilio
la vara en la presidencia,
y en un cortejo de prestes
que cualquier Virgen quisiera,
van Manuel Garrido Orta,
también don Manuel Barrera,
y Manolito Triana,
que ya es más luz con su Estrella,
y el padre Víctor también
con la eclesiástica terna.

El Padre Victor, presente,
en nuestro Cristo quisiera,
hacerse presente aquí
ahora que el barrio celebra,
cincuenta años de amor,
por su Virgen pinturera.

Por eso es que nuestro Cristo,
guarda silencio y espera,
porque el Padre Victor quiere
que el barrio se desenvuelva
y su recuerdo le sirva
como aliento en la tarea.

Jesús de la Caridad,
el cristo que en las potencias,
lleva el sol del mediodía
que entra por las vidrieras,
Jesús de la Caridad,
de las espinas más recias,
que trenzó Fernando Aguado
bien hiriendo su cabeza,
Jesús de la Caridad,
con sus túnicas diversas,
blanco, morado, burdeos,
y la bordada tan regia,
lleva el hábito escondido
de su divina simpleza.

Víctor de la Caridad,
que uniendo nombres dijera…
Padre Jesús, de los mínimos,
qué bien que suena la mezcla.
José Antonio, Padre Franco
y Victoriano, su herencia.
Jesús de la Caridad,
al Padre Víctor nos lleva.
“Es Cristo quien vive en mí”,
sea para Cristo la ofrenda,
de un mundo nuevo y mejor,
como al principio dijera.

Que el Padre Víctor nos sirva
de mediador, que está cerca,
del Padre que está en los cielos
y perdona las ofensas.
Jesús de la Caridad
y el Padre Víctor sostengan
nuestras manos, nuestro empeño,
nuestra espalda, nuestras piernas,
para seguir siendo fieles
a aquello que nos pidieran.

Padre Victor y Jesús,
nos reúnen, nos alientan.
Pidámosle al Padre Víctor,
que bendiga y que nos tenga
preparada una jamuga,
junto a él, igual que hiciera
en las misas del envío
de octubre estando en la tierra.

Pidámosle al Padre Victor
que esta plegaria imperfecta
a la Virgen en el cielo,
a la Virgen, a la auténtica,
a la que en cuerpo y alma,
ya en espíritu contempla,
que acepte con alegría,
nuestra hispalense manera,
de rezarle y de cantarle
por medio siglo a su vera.

Dolores, gracias de nuevo,
por estar siempre dispuesta,
por haber cambiado el Gólgota
por Dolores, ¡qué bien suena!
por tanto mayo y septiembre
y octubre que te ofreciera,
desde que Álvarez Duarte,
creó tu estampa tan seria,
marchitando los jazmines,
y sembrando hierbabuena.

Jesús de la Caridad
y el Padre Victor, y entera
la Parroquia y la hermandad,
uno a uno y en cadena,
de una punta hasta la otra,
los barrios que te rodean,
en la voz del Pregonero,
que se apaga y se repliega,
te lanzan besos de amor,
besos de amor que no cesan.

¡Felicidades Dolores!
¡Gracias por ser nuestra reina!

N.H.D. Francisco Javier Segura Márquez
de la Exaltación a Nuestra Señora de los Dolores
21 de septiembre de 2012