martes, 6 de marzo de 2012

Director Espiritual

Hechos previstos e imprevistos van marcando nuestra vida. Toda persona que se precie y sobre todo un creyente, no encuentra mejor opción sino asumirlos en positivo y dejarse guiar por Dios. Es lo que nos ha ocurrido con la muerte repentina del tan querido P. Víctor. Su ausencia ha obligado a unos y a otros -y en particular a un servidor-, a abrirnos con docilidad a la voluntad del Señor.

Por disposición de los superiores y mi total anuencia, he asumido recientemente el cargo de ser párroco de esta parroquia y con ello también director espiritual de nuestra humilde y santa Hermandad. Por ello, en un momento tan importante como el ocurrido el pasado día 17 de febrero, en que se hacía público por parte del Arzobispado que de aquí en adelante nuestra Hermandad además de Sacramental y de Gloria es también de Penitencia, aprovecho con mucho gusto la oportunidad de dirigirme a todos los hermanos y hermanas que la conformáis. Recibid todos mis más cordiales saludos, a la vez que me declaro a vuestra total disposición.

Siendo la primera vez que me dirijo a vosotros y en circunstancia tan singular, no dudo un instante en hacer con vosotros una breve reflexión, a modo de posible orientación de criterios u objetivos que debiéramos asumir todos los que queremos que nuestra Hermandad sea un elemento de animación cristiana y social:

1. Alimentar una profunda vida de fe o lo que es lo mismo: hacer gala de una identidad cristiana coherente. Un cristiano orgulloso de su condición no puede prescindir de un trato personal y frecuente con Jesucristo, pues por haber sido consagrado a Él en el santo bautismo, es pertenencia suya. Ese trato personal exige estar a solas con Él y, cómo no, frecuentar con hondura los signos sacramentales por los que Él sigue actuando hoy para nosotros la salvación.

2. Tomar conciencia de ser y pertenecer a la Iglesia, como miembros activos. El bautismo, al incorporarnos a Cristo nos hace miembros de su Iglesia, el nuevo Pueblo de Israel. Pero no siempre somos conscientes de ello. Por eso urge tomar conciencia de que somos Iglesia de pleno derecho y que en ella tenemos una misión muy importante, la de hacer que Cristo sea conocido y amado en todo el mundo. Pertenecer a una hermandad no es encerrarse en un gueto sino que es vivir la fe, con estilo propio, dentro de una comunidad más grande que es la parroquia, al tiempo que la parroquia forma parte de otra comunidad mayor cual es la diócesis.

3. Comprometernos con la Nueva Evangelización, sentirnos implicados en ser mensajeros del Evangelio donde quiera que estemos. En efecto, decía el Concilio que eminentemente es tarea de los seglares hacer presente a Cristo en las realidades más prosaicas de la vida: la familia, el trabajo, la escuela, la ciencia, la política, etc. Es cierto que la tarea es enorme, pero si nos lo tomamos en serio algo bueno haremos, o al menos intentado. Seguro que el nuevo Sínodo de los obispos que se celebrará en Roma en el otoño próximo nos dará nuevas pistas en este sentido.

Deseo que estas pistas que, en apretada síntesis, aquí recojo las sometamos a estudio tanto personal como en Hermandad. Estoy convencido que un evento tan importante como ha sido la reciente decisión del Arzobispado por la que nuestra Hermandad sea también de Penitencia, no dejará indiferente a ninguno de vosotros. Es el momento de sentirnos santamente orgullosos, pero también comprometidos a dignificar nuestra Hermandad mediante una renovación de todos y cada uno de nosotros. Que esta Cuaresma sea para todos nosotros tiempo oportuno para la tarea de cambiar nuestras mentes y corazones según el modelo que tenemos en Cristo Jesús.

Con mi humilde bendición, os felicito a todos.

P. fray Abilio León OM