martes, 16 de marzo de 2010

Crónica del devoto Besamanos al Señor de la Caridad

Durante el pasado fin de semana, la bendita imagen de Nuestro Padre Jesús de la Caridad estuvo expuesta a la veneración de hermanos y fieles en devoto Besamanos.

El bello altar efímero, situado en el lateral del templo y frente a sus puertas, mostraba la austera sobriedad acostumbrada, con un elegante y sencillo exorno floral en la línea de siempre.

Varias circunstancias han concurrido este año en este culto. De una parte, la presencia de la bendita imagen vistiendo la nueva y bellísima túnica bordada sobre terciopelo morado, que ya estrenara días antes en el piadoso Vía Crucis. De otra parte, el Señor de la Caridad se nos mostraba con su Cruz a cuestras y con su mano diestra tendida al hermano y devoto, siendo este un hecho novedoso pues en años anteriores el Señor siempre se nos había presentado maniatado en su besamanos. Durante éste, varios servidores lo acompañaron.


Muchos hermanos, devotos y cofrades en general acudieron ante la presencia de la bendita imagen, para dejar sobre su mano el ósculo fruto del amor y la fe.

En la tarde del sábado día 13, tuvo lugar el acostumbrado Acto de Oración ante el Sñor de la Caridad, dirigido por nuestra Promotora Sacramental, y que contó con la participación de numerosos hermanos y feligreses.

Señor, un año más me convocas al ascenso hacia la PASCUA.

Soy consciente de que, tal vez, me encuentras con las mismas dudas y batallas del año pasado: ¡Perdóname, Señor!

Pretendo rezar, y siempre encuentro mil excusas, sacrificarme, y me digo que son cosas del pasado, darme generosamente, y pienso que tal vez, algunos, se aprovechen de mi buena voluntad.

Pero tú, Señor, sales a mi encuentro, para levantarme de nuevo y recuperar las ganas de creer y de vivir por Ti.

Sales a mi paso para que, mirándote a los ojos, descubra que merece la pena seguirte.

Caminas hacia el calvario, para hacerme entender que la vida es grande cuando, al igual que la tuya, se ofrece por salvar y garantizar una vida eterna a los demás.

¡Ayúdame, Señor! Que tu Palabra no falte en mi equipaje, para conocerte. Que el ayuno sea un arrullo de tu presencia. Que mi caridad florezca sin demasiado ruido. Que mi oración brote espontáneamente para nunca, por ella, dejar de buscarte y de tenerte.

¡Empújame, Señor! A comprender que este tiempo al que tu me invitas es oasis de meditación y de paz de vuelta de los malos modos o ásperos caminos y de encuentro con el gran olvidado: DIOS.

Y, si en algún momento, me descuido de esto, Señor, remueve mis entrañas y mi memoria para que nunca olvide o deje en el tintero tantos momentos de tus dolores y sufrimientos en rescate del hombre.

Fotografías: M. Martín V.