VI Domingo de Pascua
(27 de abril de 2008)
(Juan 14, 15-21)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis porque vive con vosotros y está con vosotros.
No os dejaré desamparados, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis, y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama, lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él.
Jesús no nos deja solos.
Difícil le resulta a Jesús la despedida de sus amigos. Les hace sus últimas recomendaciones y promesas. Hasta se muestra maternal con ellos y como deseoso de aliviarles el desgarro de la separación, de llenarles el vacío de su ausencia física y de facilitarles el futuro. Se refieren estas recomendaciones a la palabra y al amor. El que ama, guarda la palabra del amigo y la cumple. El que ama, será amado. Las promesas se refieren a su vuelta y al Don del Espíritu. Así no se sentirán huérfanos. En la lectura del evangelio de Juan, el Señor promete a sus discípulos el envío de un "Paráclito", un defensor o consolador, que no es otro que el Espíritu mismo de Dios. Cristo permanece en su Iglesia de una manera personal y efectiva: por medio del Espíritu divino, que envía a los Apóstoles y que no deja de alentar a los cristianos a lo largo de los siglos. Por eso, puede decirles que no les dejará solos, que volverá con ellos, que por el Espíritu establecerá una comunión de amor entre el Padre, los fieles y El mismo. El mundo de la injusticia, de la opresión contra los pobres, de la idolatría del dinero y del poder, de las vanidades de las que tanto nos enorgullecemos a veces los seres humanos, no lo puede recibir. En ese mundo no puede tener parte Dios, porque Dios es amor, solidaridad, justicia, paz y fraternidad. Esta presencia del Señor resucitado en su comunidad ha de manifestarse en un compromiso efectivo, en el cumplimiento de sus mandatos por parte de sus discípulos, única forma de hacer efectivo y real el amor que se dice profesar al Señor. Sabemos que en el evangelio de Juan los mandamientos de Jesús se reducen a uno solo, el del amor: amor a Dios, amor entre los hermanos. Amor que se ha de mostrar creativo, operativo, salvífico.
Este Domindo se celebra en muchos lugares, también en nuestra Parroquia, la Pascua del Enfermo. La comunidad parroquial se reunirá para acompañar a los enfermos en la recepción comunitaria del sacramento de la Unción. Domingo muy especial que debemos celebrar con alegría.