(20 de Enero de 2008)
(Juan 1, 29-34)
Al día siguiente, Juan vió a Jesús que venía hacia él, y dijo:
-Éste es el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es de quien yo dije: "Detrás de mí viene uno que es superior a mí, porque existía antes que yo". Yo no lo conocía; pero si yo he venido a bautizar con agua, es para que él se dé a conocer a Israel. Juán Prosiguió: - He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y posarse sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envióa bautizar con agua me dijo: "Sobre el que veas descender y posarse el Espíritu, ése es el que bautiza en el Espíritu Santo". Yo lo he visto, y doy testimonio de que este es el Hijo de Dios.
El relato evangélico de hoy nos recuerda al del domingo pasado. Nos habla del Bautismo del Señor y de la presencia del Padre, del Hijo y del Espíritu junto con las aguas del Jordán. Juan repite dos veces en este evangelio: “¿Yo no lo conocía…?” Y creo que en lo hondo de nuestros corazones esa frase resuena con nostalgia. ¿No será verdad que tampoco nosotros lo conocemos? ¿Será Dios el gran desconocido? Tal vez esta sea una buena pregunta para contestarnos durante la semana pero teniendo en cuenta que Dios no es un concepto para pensar sino una persona a quien amar.
Hoy también, queremos recordar que la Iglesia Universal celebra la Jornada Mundial de las Migraciones, y hemos de tener muy en cuenta esta difícil cuestión de los emigrantes e inmigrantes. El mundo vive envuelto en un trasiego de personas que muchas veces muestra una crueldad e injusticia terribles. Pero, por otro lado, muchas personas encuentran en otros países los recursos que no encontraron en el suyo. Seamos fraternos y solidarios con todas esas personas que abandonaron sus casas y no precisamente por gusto. Y no olvidemos jamás que Jesús de Nazaret, con sus padres María y José, fueron inmigrantes en Egipto…