domingo, 7 de septiembre de 2014

Hermano Mayor

Queridos hermanos:

Hace unos meses pude ver un vídeo que os quisiera describir: Al pie de una carretera de algún lugar campestre de Italia, aguarda un grupo de personas. Entonces, a su altura llega un vehículo de “alta gama”, que aminora la marcha aunque sigue adelante. Justo tras él, se aproxima un segundo vehículo, más modesto. En ese instante, el “utilitario” apenas se ha detenido del todo cuando su santidad el Papa Francisco abre la puerta y baja del mismo. Alrededor, el gentío atónito y lleno de alegría. Jóvenes, niños, ancianos. Personas sencillas, humildes; quizás lugareños de un pueblo cercano, que sabían del paso del santo Padre por allí. Francisco se dirige a ellos, acaricia el rostro de un enfermo al que acercan a su presencia, les estrecha las manos, los besa, los bendice… y entre el emotivo júbilo de los fieles por su gesto, saluda sonriente y retoma su camino.

Así nos dice: los católicos debemos ser personas alegres. Él, no quiere evangelizadores “con cara de funeral”, “tristes y desalentados”, “impacientes o ansiosos”, sino personas “cuya vida irradie el fervor de quienes han recibido la alegría de Cristo”.
 
Cuan poco tiempo aún de pontificado pero ¡cuántos gestos hemos vivido ya de su Santidad! Un Papa que se desplaza en un utilitario y que duerme en una residencia, hospedería de obispos,  renunciando a muchas tradiciones que otros predecesores siguieron.
 
Francisco cree que los católicos debemos ser más dialogantes. Insiste en tender puentes hacia los demás, a los ateos, a los agnósticos, a quienes practican otras religiones, a los católicos que han dado la espalda a su Iglesia, a los propios fieles… En su primer rezo del Ángelus habló de la Misericordia:”un poco de misericordia cambia al mundo, lo hace menos frío y más justo”.

Nos habla de salir a las periferias al encuentro de los más necesitados. El primer Jueves Santo de su pontificado, en lugar de lavar los pies de 12 sacerdotes los lavó a 12 jóvenes internos de un centro de menores. Para él la Iglesia debe llegar a todos, pero sobre todo “a los pobres y enfermos, a esos que suelen ser despreciados y olvidados”. En una misa celebrada allá por el sexto Domingo de Pascua, el Papa Francisco pidió a las Hermandades “que caminemos con decisión hacia la Santidad, que no nos conformemos con una vida mediocre”, y que nuestra pertenencia a las mismas sea un estímulo para amar más a Cristo.
 
También nos dice, en especial a los jóvenes, que no nos dejemos robar la esperanza; tan importante que “cuando un cristiano la olvida o la pierde su existencia deja de tener sentido”. Destaca su honda preocupación hacia los jóvenes y los problemas laborales en los que están sumidos. 
 
Futuro complicado se nos antoja para nuestros jóvenes, pero recordad siempre la “parábola de los talentos” (Mt. 25, 14-30) según las posibilidades reales de cada uno. Hay personas que tienen gran influencia sobre las demás, otras son muy serviciales, otras capaces de entregarse al cuidado de enfermos, los hay que eligen una profesión, un trabajo, unos estudios, con una responsabilidad concreta en la sociedad.
 
Estos dones se nos han regalado y no podemos cometer el error de quien guardó el talento en la tierra, sin producir ni hacer nada, cayendo en la dejadez y la pereza. Cada uno de nosotros debemos producir lo máximo según lo que hemos recibido, no convertirnos en unos conformistas que se complacen con poco. Luchemos por superarnos, y sobre todo “no dejemos que nos roben la esperanza” como dice Francisco.

Con esta reflexión, solo quiero que penséis en todos estos gestos que se han ido sucediendo en este año y medio de pontificado. Hacía falta, en mi opinión, bastante cura de humildad para una sociedad cada vez más enrevesada, incapaz de encontrar a Dios en las cosas y situaciones más sencillas  de la vida. Sin más, me despido de vosotros esperando veros en los próximos cultos a celebrar en honor  a Nuestra Señora de los Dolores. 
 
Recibid un fraternal abrazo en nuestro Señor de la Caridad y su bendita Madre.

Rafael Ramírez Cervetto
Hermano Mayor