viernes, 16 de marzo de 2012

Hijas de la Caridad

Es Cuaresma, tiempo de conversión y tiempo de pensar en aquellos hermanos -hoy en día tantos- que sufren o pasan necesidad. La iniciativa de nuestra hermandad fue fructífera y más de 600 kg de alimentos fueron recogidos. Así que, tras surtir en su necesidad a la Cáritas Parroquial, se preparó el resto para enviarlo al comedor social que las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl tienen en el Pumarejo.

Hoy, gracias a Dios, he tenido la dicha junto con mi esposa Carmen de ser el emisario de tantos fieles, hermanos y devotos del Señor de la Caridad y portar esos alimentos que como muestra de amor, entregaron a lo largo del pasado Besamanos.


Por nuestras obligaciones, solo nos era posible llevarlos en la tarde de ayer, 15 de marzo. Y quiso Dios que fuera así un 15 de marzo, festividad de Santa Luisa de Marillac, fundadora de las Hijas de la Caridad, el día en que el amor de San José Obrero se derramara en el Pumarejo. A eso de las seis de la tarde llegamos a la puerta de su casa. Estaban justo en el último canto terminando la Eucaristía en memoria de su fundadora. Salen, como siempre, alborozadas y felices. Nos reconocen de otras veces y nos saludan con gran cariño. No habíamos querido comentarles la cantidad recogida y, al mostrarles el coche absolutamente lleno, no hacían más que decir "parece Navidad". Descargamos todo y entablamos una conversación como otras tantas veces; nos cuentan que hoy en el comedor han atendido a 285 personas, nos dicen cómo ya no tienen ayudas de organismos públicos, pero que siempre la Divina Providencia les asiste en el momento en que parece que "la cosa está peor".

Nos encomiendan a todos en sus rezos, en especial a los jóvenes, a los que esperan en el comedor para que les ayuden, tan pronto como los exámenes les den un respiro. Allí estarán sus dos hermanas más longevas, ambas casi centenarias y una de ellas con 80 años como Hija de la Caridad, que son las encargadas de secar los cubiertos de aquellos que acuden cada día a su casa.

Nos cuesta hacer que se pongan para la foto, pero ahí la tenéis. Las caras lo dicen todo. Las Hijas de la Caridad recibiendo los besos que al Señor de la Caridad le habían dado en nuestro barrio.

Se despiden dándonos una vez más las gracias, pero realmente a nosotros, a todos los hermanos y devotos de San José Obrero no tienen que dárnoslas; más bien, como decía un salesiano amigo: " a mí no me des las gracias, dáselas a Dios que hizo que me cruzara en tu camino". Que Dios las bendiga a ellas y a todos los que, de corazón, colaboraron en esta iniciativa de nuestra hermandad.

Rafael E. Muñoz