Quinto Dolor: María al pie de la cruz
La presencia compasiva de María junto a la cruz es, quizá, la manifestación más extraordinaria de la capacidad de encarnación que necesitan todos aquellos que se sienten llamados a colaborar con Cristo en la gratificante tarea de crear una humanidad nueva y una nueva civilización cimentada en el amor.
Por otra parte, la presencia junto a la persona que se quiere es, sin duda, una de las manifestaciones más claras de amor incondicional. Es significativo que junto a la cruz de Jesús sólo estuviesen los que se sentían unidos a Él por lazos de sangre o de profunda amistad; sólo estuviesen los que le querían verdadera e incondicionalmente. El permanecer junto al que se quiere cuando las cosas no le van bien, cuando arrecian las dificultades, y cuando todos tienden a abandonarle, es una clara prueba de que se quiere a la persona por lo que en realidad es, y no, por lo que ha podido representar en un determinado momento.
Teniendo, pues, en cuenta lo que la presencia implica de capacidad de encarnación y de amor siempre fiel y comprometido, la actitud de María, erguida al pie de la cruz, trae a nuestras vidas una lección de amor, entretejida de generosidad y de compasión.
La presencia compasiva de María junto a la cruz es, quizá, la manifestación más extraordinaria de la capacidad de encarnación que necesitan todos aquellos que se sienten llamados a colaborar con Cristo en la gratificante tarea de crear una humanidad nueva y una nueva civilización cimentada en el amor.
Por otra parte, la presencia junto a la persona que se quiere es, sin duda, una de las manifestaciones más claras de amor incondicional. Es significativo que junto a la cruz de Jesús sólo estuviesen los que se sentían unidos a Él por lazos de sangre o de profunda amistad; sólo estuviesen los que le querían verdadera e incondicionalmente. El permanecer junto al que se quiere cuando las cosas no le van bien, cuando arrecian las dificultades, y cuando todos tienden a abandonarle, es una clara prueba de que se quiere a la persona por lo que en realidad es, y no, por lo que ha podido representar en un determinado momento.
Teniendo, pues, en cuenta lo que la presencia implica de capacidad de encarnación y de amor siempre fiel y comprometido, la actitud de María, erguida al pie de la cruz, trae a nuestras vidas una lección de amor, entretejida de generosidad y de compasión.