martes, 6 de enero de 2009

Evangelio de hoy

Solemnidad de la Epifanía del Señor
(6 de enero de 2009)

(Mateo 2, 1-12)

Jesús nació en Belén de Judá en tiempos del rey Herodes. Entonces, unos Magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando:

- ¿Dónde está el Rey de los Judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo.

Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos pontífices y a los letrados del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron:

- En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el Profeta: "Y tú. Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judá; Pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel”.

Entonces Herodes llamó en secreto a los Magos, para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén diciéndoles:

- Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo.

Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que había visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas, lo adoraron: después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.

Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.

Palabra del Señor.

“Hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo. “

Esto lo dijeron unos sabios paganos, no judíos, que, sorprendidos primero y guiados después por la gran luz de una estrella, buscaban al Rey de los judíos que acababa de nacer. La ambición y la astucia de un rey despótico y cruel quiso interponerse en su camino, pero la luz de la estrella no les abandonó. Al ver, de nuevo, la estrella, se llenaron de inmensa alegría y, al ver al niño con María, su madre, cayeron de rodillas y lo adoraron, ofreciéndole regalos. Quizás Dios nos manda, una y muchas veces, su estrella, su luz, a cada uno de nosotros; lo importante es que nosotros nos dejemos guiar por la Luz de Dios, que venzamos las dificultades personales y sociales que una y otra vez se interponen en nuestro caminar. Debemos ser buscadores de Dios, de un Dios que no se deja nunca encontrar del todo, porque su Luz es inmensa, pero que quiere que sigamos siempre buscándole, y siempre adorándole, y siempre regalándole nuestros mejores propósitos y nuestras menos malas acciones. También esto es creer en los Reyes Magos.