jueves, 1 de mayo de 2008

Carta a San José Obrero

Permite, Santo José, padre adoptivo de nuestro Señor Jesucristo que hoy, 1 de Mayo, te envíe esta carta en nombre de mi Hermandad y de mi comunidad parroquial. Y permite, también, José, amigo de todos los trabajadores, que la misiva se torne en oración y que ella llegue a Dios Padre, por tu intercesión, para el bien y la felicidad de todos los trabajadores y trabajadoras del mundo.

Sabes que el mundo obrero celebra el Primero de Mayo con un sentido reivindicativo y sabes que tienen razón. A veces, el mundo del capital y de la empresa tiende a abusar o penar más en los beneficios que en los salarios e, incluso, que en las reinversiones de capital. Pero esa reivindicación ha de ser pacífica porque ya tu hijo nos enseñó que la reivindicación de la paz es la más eficaz.

El mundo del trabajo, Santo José, vive muchas tensiones en todo el mundo. No es ya, para muchos, ni un camino de felicidad, ni de santificación, porque escasea, o es precario, o se torna injusto. Es, en muchas ocasiones materia precaria o camino de opresión.

Fija tus ojos en los emigrantes, tú lo fuiste en Egipto, que ellos –como tu— abandonaron su tierra por la falta de labor o por la persecución de los poderosos. Acompáñales en el largo camino, como el ángel del Señor os acompañó a ti, a María, y al Niño Jesús.

Moviliza, José de Nazaret, a los que son –o se llaman—cristianos para que entiendan que el Evangelio es, sobre todo, mensaje de amor y de solidaridad hacia los más pobres y oprimidos. Y esos más pobres y oprimidos son, en la mayoría, de los casos, obreros y campesinos del tercer mundo.

Limpia y ablanda el corazón de algunos empresarios, que solo buscan dinero procedente del esfuerzo de los demás. Y premia con alegría de espíritu a aquellos que, con sentido de la justicia, crean puestos de trabajo y los remuneran como Dios manda.

Infunde, por tu intercesión, a los líderes obreros de tu sabiduría para que defiendan con firmeza, y en paz, los derechos de los trabajadores y nunca escondan sus obligaciones.

Y danos a todos, por el mérito de tu hijo, Jesús, también obrero en Nazaret, trabajo abundante, alegría en acometerlo y el entendimiento de que la labor bien hecha es camino de santificación y de concordia.