Primer Domingo de Cuaresma
(10 de Febrero de 2008)
Jesús venció al tentador
Jesús es empujado al desierto como lugar de prueba, no como lugar de oración. Cuando Jesús se retira a orar lo hace a un lugar “desierto”, al despoblado.
El desierto como lugar de prueba no es una decisión libremente elegida: Dice el evangelista que Jesús es empujado por el Espíritu. El desierto mas que un lugar geográfico situado en un espacio concreto donde Jesús se retira a orar, es la misma vida vivida desde sus trampas y seducciones.
Las tentaciones de Jesús en el desierto son las nuestras.
- El hambre, que simboliza todas las reivindicaciones del cuerpo.
- La necesidad de seguridad, aunque sea al precio de perjudicar al prójimo.
- La sed de poder, el terrible instinto de dominación.
La experiencia del desierto nos muestra la evidencia de la fragilidad de nuestra vida de fe. El desierto es carencia y prueba, nos abre a la realidad de nuestra pobreza. Pero también el es lugar privilegiado de encuentro con Dios.
Jesús tiene que anunciar un reino que no es suyo, sino que ha de ser la visita de Dios a su pueblo. Nosotros como Jesús, somos empujados a la vida, y es en ella donde tenemos que seguirle para ser configurados por El y para ser con el portadores de la Buena Noticia.
No confundamos la tentación con el pecado, es decir con la caída. La tentación en sí no es buena ni mala. Jesús también fue tentado, pero salió airoso de la tentación, apoyándose en la Palabra de Dios. También nosotros podemos hacerlo, pero necesitamos la ayuda de Dios. Busquemos en este tiempo de conversión, que es la Cuaresma, un buen camino para que, de manera constante aprendamos a vivir en libertad y siendo responsables de nuestra elecciones.