domingo, 3 de febrero de 2008

El Evangelio de hoy: Las Bienaventuranzas


Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario
(3 de Febrero de 2008)
(Mateo 5, 1-12)

Al ver Jesús el gentío subió a la montaña, se sentó y se acercaron sus discípulos, y él se puso a hablar enseñándoles:

"Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.
Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán saciados.
Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios.
Dichosos los perseguidos por ser justos, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Dichosos seréis cuando os injurien, os persigan y digan contra vosotros toda suerte de calumnias por causa mía.
Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos. Pues también persiguieron a los profetas antes que a vosotros."

Seguir a Jesús es obtener la felicidad plena

Jesús explica a un pueblo entregado y expectante las Bienaventuranzas. Un camino seguro hacia la felicidad, si fuéramos capaces de asumirlo, de una vez.

Frente a la felicidad artificial e incompleta que ofrece el mundo, Jesús nos promete y hace realidad en nosotros el Reino de Dios. Las Bienaventuranzas proponen un ideal de vida que, como todo ideal, es inalcanzable en su totalidad. Los pobres de espíritu, los que lloran, los sufridos, los que tienen hambre y sed de la justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz, los perseguidos por causa de la justicia, los que son insultados o calumniados por causa de Jesús son felices porque Dios está con ellos, no porque en sí la miseria, el llanto o la incomprensión sean buenos.

El cristiano no es un masoquista, sino que es haciendo el bien como encuentra la felicidad. En cambio, los satisfechos y egoístas son infelices, porque han puesto su confianza en sí mismos en lugar de ponerla en Dios. Jesús invierte el orden de valores de este mundo, lo pone todo al revés. Por eso su mensaje es revolucionario….Muchas veces se ha querido deformar u ocultar la exigencia radical del Evangelio. Pero sus palabras son claras, no hay duda de que el que quiera seguirle tiene que estar dispuesto a vivir de otra manera. Le criticarán, se meterán con él, será rechazado, pero tiene la seguridad de que va a ser feliz. Muchas veces tendrá que ir a contracorriente por defender valores evangélicos que contrastan con los valores del mundo. Pero el cristiano debe ser consecuente y afrontar el riesgo que supone seguir a Jesús de Nazaret sabiendo que nos espera la felicidad. Este es su programa y no se trata de una utopía irrealizable. Solamente tenemos que albergar las bienaventuranzas en lo más profundo de nuestro corazón.