Inaugurar un nuevo curso es abrirse a la aventura, es preparar el futuro, pero sobre todo es creer en quien sabemos nos lleva siempre de la mano. Ese es Dios, que además se hizo hombre para que nosotros volvamos a Dios. Aquí radica el gran mensaje que la Iglesia ha de vivir y transmitir a los hombres de hoy.
Para nuestra parroquia y Hermandad este curso, como el anterior, sigue marcado por los dos Jubileos que tenemos la suerte de vivir: uno, el de la Misericordia y otro, el del VI Centenario del nacimiento de San Francisco de Paula. Dos acontecimientos, íntimamente entrelazados, que no podemos desaprovechar para experimentar la ternura y cercanía de Dios y conocer algo más la santidad de un hombre como Francisco de Paula.
El Papa, como animador de toda la Iglesia, está invitando a todos a descubrir la riqueza humana y divina que encierran las obras de misericordia. Cada una de ellas es como un gesto humano y concreto con que podemos reflejar el amor de Dios. No en vano, San Francisco de Paula puede ser para nosotros un gran modelo, ya que él sentía profundamente el amor con que Dios le amaba y a la vez ese amor lo proyectaba constantemente a cuantos acudían a él. De hecho, el primer biógrafo del Santo, que era uno de sus primeros discípulos, nos dejó escrito esto: "Sentía una gran compasión por tantos infelices que por tierra o por mar soportaban aflicciones corporales y espirituales. Le movía también a compasión la vida sensual de tantos pecadores que pierden de esta manera la vida presente y la futura; igualmente se apenaba observando cómo nuevamente el pecado y la blasfemia crucificaban a Jesucristo. Por este motivo, el Siervo de Dios vivía tan mortificado y martirizado en el corazón y en el cuerpo".
¿No creéis, hermanos, que tenemos aquí un buen maestro y el mejor programa para este curso? Juntemos nuestras manos y nuestros corazones y echemos a caminar.
Fray Abilio León, O.M.
Director espiritual y párroco.