jueves, 18 de febrero de 2021

Carta de nuestro Director Espiritual

 Pronto se cumplirá un año de aquel 14 de marzo en que quedamos confinados en nuestras casas sin tener muy claro qué estaba ocurriendo. Los medios de comunicación hablaban de un virus letal cuyos contagios se contaban por miles. Muchos ingresaron en los hospitales y eran tantos los enfermos graves que pronto se saturaron las UCIs. Incluso se tuvieron que improvisar hospitales de campaña así como morgues especiales, porque las muertes se dispararon. El miedo se adueñó de muchos, pues la muerte se veía de cerca y las consecuencias económicas por el confinamiento se antojaban demoledoras. Ha pasado un año y las cosas no se ven mucho mejor. ¿Qué hacer ante tanta desolación?

   Muchos analistas han expuesto sus juicios sobre la situación. Aquí yo recojo algunas ideas que he espigado en distintos medios y que están más en sintonía con la fe cristiana. Dicen unos: El fenómeno es de tal envergadura que necesitaremos mucho tiempo para valorar sus consecuencias. Dicen otros: La gravedad de la pandemia nos remite a las preguntas más hondas que cada uno ha de plantearse: ¿Quién soy yo? ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Qué nos espera en el más allá? Por último hay otros que dicen: Esto no es ningún castigo divino, pero sí es un medio del que Dios se vale para sacudir nuestra indiferencia religiosa y desinstalarnos de nuestro narcisismo, de nuestras seguridades, de nuestra autosuficiencia y prepotencia.


   ¿No os parece, Hermanos, que estas observaciones son hondas y sensatas y que nos brindan temas para meditarlos a lo largo de esta Cuaresma? Por eso me gustaría entrar en vuestro corazoncito, que seguro que anda algo contrariado, pues el hecho de que por segundo año consecutivo no podamos hacer la salida procesional acaso os lleve a pensar que todo está perdido y que ya no hay nada más que hacer. En cambio estoy convencido que es todo lo contrario: una oportunidad inesperada para ir a lo fundamental de las cosas y de nuestra existencia.


   De hecho tanto la Iglesia como muchas entidades sociales hacen esfuerzos para acomodarse a la situación, replanteándose su razón de ser. Esto es lo que tenemos que hacer a nivel de Hermandad y de parroquia. ¿Cuál es la razón de ser de nuestra Hermandad? ¿Montar los pasos? ¿Vestir las imágenes? ¿Salir en procesión? ¿O no es más bien acercarnos a Jesucristo que sigue vivo a través de la Eucaristía y de los hermanos? Aquí es donde hemos de volcar nuestros esfuerzos y para ello contamos con dos apoyos: el Año santo de San José y la nueva Junta de gobierno, que ha manifestado su mejor voluntad de lograrlo.


   Que nuestros Santos Titulares nos ayuden en nuestro empeño.